Venezuela y el balón

Por Luis Revilla

Un equipo de fútbol necesita un plan porque tener el balón en los pies es complicado y los rivales corren, son atletas. A los jugadores les conviene saber qué hacer antes de salir al escenario los domingos, porque ahí no hay tiempo para decidir. Por eso el fútbol se entrena, se ensaya. Como el ballet.

Sin embargo, las selecciones nacionales ensayan poco. No es casual que las mejores, aparte de mucho talento, tengan una manera reconocible de jugar y futbolistas compatibles, acostumbrados a ella. Manejan información y ejecutan rutinas que no se pueden aprender en un puñado de entrenamientos. A un club le puede costar dinero en fichajes y meses de trabajo, pero a un país le toma años llegar a ese estatus, si es que asume la iniciativa correspondiente.

Venezuela está lejos de eso porque no tiene estructura, ni cultura, ni jugadores moldeados para jugar un estilo concreto de fútbol. La Vinotinto necesita por naturaleza un tiempo que no existe, pero mucho más ahora que Noel Sanvicente la tiene en remodelación. El guayanés llegó hace casi un año con una coreografía nueva y hasta el último de los ocho amistosos disputados el equipo no acababa de dominarla. Aquello fue en marzo, y entonces la Copa América parecía un reto inoportuno que ahora, sin embargo, el entrenador casi agradece, porque le ha dado la oportunidad de trabajar con una masa crítica de futbolistas desde el 5 de mayo. La experiencia ha tenido “el sabor de lo que se hace en un club”, dicen en el cuerpo técnico. Cargas planificadas, esfuerzos programados, tareas diseñadas. Venezuela ha entrenado. Tres y dos veces al día. En Margarita y en Mendoza. Se ha grabado, se ha visto. Ha competido consigo misma.

Ha trabajado con el balón, porque así se entrena en el siglo XXI y porque lo necesita. Sanvicente pretende que sus jugadores lo usen mejor que en el pasado reciente. Su diagnóstico se comprende cuando se toma en cuenta que Venezuela fue la selección que anotó menos goles en el pasado premundial. El equipo dirigido entonces por César Farías tenía un estilo de ataque directo que evitaba riesgos pero traía pocas ocasiones de gol. Cuando intentó poner el balón en el suelo, le costó producir.

En todo caso, el fútbol es de los futbolistas y los venezolanos no están acostumbrados a superar líneas y comer peones con pases a ras de césped. En el país no se enseña ni se intenta eso, ni abundan las canchas donde resulta posible. A eso también se ha enfrentado el proyecto de Sanvicente, quien por ahora celebra que su equipo lo intente como lo intentó en los amistosos, aunque le haya ido relativamente mal. “Hay que atreverse”, declara, consciente de que su equipo ha sufrido “pérdidas de balón que no son de un equipo profesional”. Pérdidas con más consecuencias defensivas que ofensivas.

El ataque no es lo –único– que preocupa. Venezuela tiene cómo marcar goles, aunque no sea una tormenta. Ahí sigue vigente el balón largo a Salomón Rondón, que no es Drogba, pero alguna que otra pelota puede peinar, bajar, controlar, o luchar para que sus talentosos mediapuntas ganen el rebote y ataquen en ventaja. Sanvicente ha trabajado vigorosamente el movimiento. Para él, la Vinotinto tiene que estar preparada “para contrarrestar una presión con un pase largo” y en la Copa será presionada. El equipo también ha practicado interesantes combinaciones prefabricadas, con pases verticales, toques entre líneas y paredes en la frontal del área. “En 90 minutos no te va a salir todo, pero a veces se te dan una y dos, y tienes que aprovecharlas”, dice el entrenador sobre su pizarra, que también abarca al siempre valioso balón parado.

El objetivo del juego, sin embargo, no es marcar goles, sino hacer al menos uno más que el rival al cabo de 90 minutos. Los partidos son largos y esta semana Venezuela enfrentará a jugadores que pueden definirlos en cuestión de segundos. Por eso “manejar bien la pelota” o “tener una buena salida por momentos”, como pretende Sanvicente, es tan importante como defender con solvencia. Ni siquiera el Atlético de Simeone puede defender el área por hora y media. El balón toca tenerlo a veces y hay que saber cómo. Es una herramienta con múltiples funciones. Sirve, por ejemplo, para defender, para tenerlo con el único propósito de no recibir goles. Se juega con los pies y es normal perderlo, pero es más fácil recuperarlo si antes se llega lejos con él. El balón sirve para presionar tras la pérdida y para controlar el partido, para decidir qué ocurre. Con el balón se boxea, se compite. Conservarlo periódicamente complementa esfuerzos defensivos y corta el ritmo ofensivo del rival. El balón es crucial para gestionar ventajas en el marcador. El balón induce ansiedad y silencia hinchas rivales.

“Van a mejorar”, clama Sanvicente sobre lo que sus jugadores hacen con él. En los entrenamientos el aire es cuasi académico. “¡Tac, tac! ¡Perfilado, perfilado! ¡Hablale, hablá!”. Mientras dirige sus “tareas ejemplificadoras de juego”, el preparador físico argentino Rodolfo Paladini insiste en los gestos implicados en una buena circulación de pelota. A los futbolistas les pide, por ejemplo, que la “aplasten”, una expresión que robó del “Tata” Martino y se refiere al firme gesto detrás de un buen pase al primer toque.

En Venezuela pocos la aplastan mejor que Ronald Vargas o Alejandro Guerra, y por eso se presume su importancia en un equipo condenado a defender su área por tiempo considerable en esta Copa América. Vargas y Guerra son potencial ofensivo, pero también suficiencia con el balón. Continuidad. La jugada no muere si les toca intervenir. Son importantes para que la Vinotinto fluya –algún día– y también para que resista –hoy. El cuerpo técnico se apoya en ellos, y en los Arango, Martínez, Seijas, Acosta, para agregar una cuota saludable de pases al juego venezolano. Ese es el reto que define al proyecto Sanvicente y, en general, a la selección: cómo usar el balón para competir, sin cometer las temidas pérdidas que obliguen al equipo a defender muchos metros con poca gente. Construir un sistema equilibrado, con y sin la pelota.

A los de atrás –portero, defensas y pivotes– les toca dar un paso al frente, porque tienen la responsabilidad de iniciar las jugadas y no son especialistas en la materia. El trabajo con ellos ha sido enfático. Protagonizan una rutina básica del sistema. Han ido de derecha a izquierda y de regreso. Recibirán en primera fila la presión colombiana, brasileña, peruana. Tienen que mover el balón. “Limpiarlo”, como dice Paladini. Y escapar, cuando toque. Muchas veces será por aire, rumbo a Salomón Rondón. La Vinotinto necesitará que su 9 baje muchos de esos pases largos y, si puede, se la de al 10, para ver cómo anda.

 

 

Foto: E. Gámez