Como en el preámbulo de un himno nacional: letra y música de Noel Sanvicente, seleccionador nacional. La Vinotinto fue, en el debut de la Copa América frente a Colombia, hechura plena de su entrenador. Aun con las herencias del ciclo anterior, fundamentadas en valores como la competitividad y el acervo táctico, el equipo lució sus nuevas galas, perfectamente manufacturadas y con denominación de origen. Una idea más acabada, con rasgos distintivos y un funcionamiento aceitado producto de las horas de trabajo acumulado. El discurso ya tiene una obra tangible que lo acompañe.
Sanvicente definió buena parte de su hoja de ruta en los amistosos del mes de marzo. Jamaica arrojó lecturas claras respecto a las pérdidas y el posicionamiento en transición defensiva. Contra Perú se perfiló la estructura de mitad de cancha para atrás: desde el arquero hasta los mediocentros. Si bien todos los nombres no fueron replicados frente a Colombia en Rancagua (Seijas fue el compañero de Rincón y no Juan Arango), la base fue la misma que en Fort Lauderdale. Lo demás, el afinamiento de los automatismos y la estructura sobre la que asentar al colectivo, se pulió entre Margarita y Mendoza.
El plan para medirse al equipo de José Pekerman llevó a la selección a posicionarse en bloque medio, con la línea de cuatro a 20 metros de Baroja y un sistema afinado de ayudas, coberturas y ocupación de espacios que desmontó y desfiguró el plan colombiano. La presión se ejerció fundamentalmente en los costados, con dos y tres hombres en triángulos de ahogo para recuperar y salir jugando. Cercanía para robar sin necesidad de amplios recorridos. Liberación de los centrales rivales y obstrucción de líneas de pase para obligar a lanzamientos largos que rompiesen circuitos de circulación. Todo ejecutado con armonía, teniendo a la pelota como referencia para orientarse en un sentido o en otro y para darle sentido al juego de ataque.
Las singularidades estuvieron en esos aspectos que marcan una bitácora clara del entrenador, cuyo trabajo de campo quedó corroborado en la interpretación que hicieron sus jugadores. El colectivo potenció a las individualidades y viceversa. La sinergia ideal que define y distingue a los equipos hechos de aquellos que están en elaboración.
La relación con la pelota es el principal factor distintivo. Sin juicios que intenten comparar este proceso con el que lo precedió. Como en todo camino de desarrollo, el presente encuentra motivos en aquello que le allanó la ruta y esta selección es hija de un período brillante que nace en 2001. 15 años sostenidos en la labor de tres técnicos. Una rareza que apenas encuentra un puñado de ejemplos comparables en el planeta.
El balón como eje para ordenarse, para entrenarse y para autodefinirse. Los roles y la funcionalidad al servicio de la pelota. Las posesiones tienen fundamento y la progresión del equipo cuando se posiciona en cancha oponente denota horas de entrenamiento. Hay un plan para atacar. Lo dicho no contradice la posibilidad de jugar en largo, factor distintivo de la era Farías. Al contrario, habrá momentos de saltar líneas de presión con pases profundos y segundas jugadas. La diferencia la hará el posicionamiento porque, a cada envío largo habrá una respuesta colectiva para que haya varios elementos en condición de apoyar la jugada para construirla algunos metros más arriba.
Nada es definitivo y el análisis de un solo partido no vale para proyectar al futuro, pero sí es una referencia en cuanto a las intenciones del entrenador. Entramos a una era, la de Sanvicente, en la que habrá menos palabras y más hechos. Por el técnico hablará su obra y, como siempre ocurrió con Chita, no será en las conferencias de prensa donde se le aprenda a conocer y valorar.
Contra Colombia hubo rendimientos individuales elevados en un balance grupal de notable calificación. La evaluación puntual de los nombres propios servirá para entender el éxito gremial de la Vinotinto en su estreno copero. Como si de una formación dictada en carrerilla se tratase, estas fueron, de atrás para adelante, las calificaciones más destacadas del primer choque oficial de Sanvicente:
Baroja. La selección tiene arquero para diez años. Que Caracas y sus hinchas lo disfruten antes de que emigre, si todavía hay tiempo. Su estilo es tradicional: se mueve muy bien sobre la línea de gol, pero es preciso en las salidas y tiene un magnífico saque en largo para jugar a la contra.
Túñez. Jugó su mejor partido con la selección. Ganó todos los duelos por arriba y por abajo, corrigió para atrás y los costados. Mostró, además, una virtud que provocó el movimiento de Amorebieta al lateral zurdo y su titularidad: es el más rápido de todos los centrales en el giro. Contra Colombia supo controlar su marca para que no viese el arco de frente, llegar antes en los envíos que buscaban sus espaldas y corregir por detrás de los laterales en proyección o cuando Vizcarrondo daba un paso adelante.
Rosales. Es un lateral que destaca por su capacidad con la pelota, pero que defiende muy bien. Sus cierres son de manual. Una fortaleza que además aporta como apoyo en la circulación, con controles y posesiones seguras. Fuera de Arango y su notabilísima trayectoria, no hay un futbolista que pueda exhibir la regularidad que el caraqueño ha tenido en todos los clubes en los que jugó en Europa.
Rincón. Hace 4 años definió los tiempos por venir. Esplendoroso en el quite, quiso y fue un «box to box». Figura y referente en el triunfo. El mediocampista viene de su mejor año en Europa, siendo titular en el Genoa, cuadro revelación de la última temporada en el calcio. Rincón fue el estandarte de la era Farías, pero esta nueva versión, atrevida, decidida a jugar y posicionarse en las dos áreas, acabará de pulir lo que le falta para derivar en un mediocentro de elite.
Seijas. Fue más que un complemento. Partido de alto rendimiento. Preciso con la pelota, brillante en lo táctico, supo marcar y asociarse.
Guerra. Es el volante más funcional con el que cuenta Chita. Jugador de su ala y hechura, le aporta una dinámica única para recorrer toda la banda, romper líneas, aparecer como opción en zona de definición para asistir o rematar, amén de su magnífico cambio de ritmo en transición. Su partido contra Colombia es para guardar en la videoteca.
Arango. El capitán será ese último pase preciso, la claridad para hacer jugar a todos y su media distancia hasta que diga adiós. Ovación de pie. Sanvicente lo probó en la zona de mediocentros y será una alternativa allí para situaciones puntuales, pero el entrenador lo quiere cerca de delanteros y volantes para aprovechar la finura de su pie y su inteligencia.
Rondón. Delantero de talla mundial que gana por fuerza, ataca muy bien el espacio y aguanta lo que le llegue por arriba. El mejor en un partido donde no resultaba sencillo elaborar el podio. Su presencia justifica armar un equipo alrededor suyo que favorezca y potencie su juego. Lejos de grandilocuencias, se trata del mejor nueve que ha parido Venezuela en toda su historia y está en un momento pleno de madurez y asentamiento.
Perú será el siguiente examinador. De nuevo, la obra y los rendimientos esperarán por una revalidación que asiente y enriquezca lo ya exhibido. Será en Valparaíso, la segunda parada vinotinto en esta refundación.