Por Luis Revilla.
Una buena fase de construcción o salida de balón es crucial para todo equipo que pretenda tomar la iniciativa en un partido de fútbol, independientemente de lo que el rival decida hacer en defensa. No es un mecanismo indispensable para ganar. Ni siquiera está al alcance de cualquier equipo. Instalar un circuito de pases para progresar desde el campo propio hasta el contrario requiere determinada organización –una ocupación coherente del espacio– pero sobre todo talentos acordes, con técnica y vocación para, precisamente, organizar el juego y superar líneas rivales a través del pase.
Noel Sanvicente no ha tenido tiempo de ver a su Vinotinto jugar de vinotinto, pero ya resulta evidente que el guayanés trabaja en la salida de balón de la selección. No lo hace porque tenga ineludibles convicciones cruyffistas, sino porque se trata de una necesidad más que contrastada por la experiencia en las últimas dos eliminatorias. Es parte de su diagnóstico.
Cuando habla del asunto, el entrenador concede que “no siempre se puede” salir en corto y que, por lo tanto, la selección también debe asimilar la alternativa directa y aérea. Pero Venezuela tiene que ser capaz de instalarse en el terreno rival de forma fiable y equilibrada. Tiene que saber cómo porque enfrentará circunstancias que la obligarán a llevar el peso del juego, y rivales ante los que sería imposible sobrevivir sin tomarse unos cuantos respiros con el balón, como la selección chilena de Jorge Sampaoli.
Por eso Edgar Jiménez está en la convocatoria. El mediocampista guayanés no salió bien parado del primer partido del ciclo, contra Heung-min Son y compañía en Seúl. Fue titular porque Rafael Acosta, junto a quien dominó la temporada 2013/2014 del fútbol venezolano en Mineros, sufrió una lesión de última hora.
Venezuela asumió la iniciativa pero pagó caro cada pérdida de balón inoportuna, y Jiménez fue invisible en transición defensiva: no tiene piernas para aportar soluciones en contextos tan desequilibrados. El Exquisito fue sustituido a los 62 minutos, y vapuleado en las redes sociales.
También recibió la reprobación pública de Sanvicente en la rueda de prensa posterior al encuentro. “Acosta estaba mentalizado para jugar y Jiménez para ser suplente. Pero yo creo que uno tiene que estar preparado para hacer las cosas bien cuando le llegue el momento”, argumentó el entrenador. “Así que, bueno, seguiré buscando volantes de primera línea que me puedan dar esa seguridad y más agresividad a la hora de quitar”, sentenció. Cuatro días después la Vinotinto visitó a Japón y solo dos titulares no repitieron su lugar en el once: Josef Martínez y Edgar Jiménez, cuyo puesto fue ocupado por el lateral derecho Roberto Rosales, un experimento con resultados satisfactorios para el seleccionador.
Naturalmente, el trance vivido en Asia dejó muy tocada la moral del futbolista. “Edgar perdió el autoestima en esa gira; no sé qué fue lo que sucedió, pero lo veo totalmente disminuido en el aspecto psicológico y no hemos podido levantarlo”, declaró Richard Páez en sus días finales como entrenador de Mineros de Guayana. No es casual que la profunda crisis de los negriazules se produjera en medio del bajón de Jiménez y la lesión de Acosta.
Dos meses después de aquello, sin embargo, el jugador vuelve a la Vinotinto sin mayor redención que la que ofrece el video, ese que seguramente Sanvicente diseccionó hasta los huesos.
Probablemente no haya tres futbolistas venezolanos que tengan su lectura y su pie para superar líneas rivales desde la base de la jugada. Con sus evidentes limitaciones defensivas, su presencia en la selección es sintomática. Él, como Acosta, sabe qué hacer para asentar ataques en el campo rival. El reto que Sanvicente parece dispuesto a acometer es el de ofrecerle –o mejor dicho: construir sobre él– un contexto equilibrado, exento de pérdidas de balón peligrosas y carreras desesperadas hacia Dani Hernández.
Incluso contra rivales como Chile, ante los cuales cabría un planteamiento más reactivo, el entrenador no abandona la intención de talar minutos del cronómetro con el balón en los pies y presionar tras la pérdida. Tampoco renunciará a la idea de presionar la salida de balón chilena, un reto igual de complejo que marcará el desarrollo del partido.
Si Venezuela presiona con dos hombres, como ante Japón, tendrá que vigilar de cerca a Marcelo Díaz, un mediocentro de los que bajan a la altura de la defensa. También tendrá que cuidarse de las conducciones de Medel y Jara, dos centrales con pasado en el mediocampo; o de la amenaza que representan Isla y Mena, laterales que suben hasta posiciones de extremo. Si, en cambio, la Vinotinto sube el bloque y presiona con la vehemencia mostrada ante Corea, tendrá que gestionar los envíos largos de Claudio Bravo –serán cruciales los duelos aéreos contra Vidal– y el fluido juego de pases chileno.