Se fue un año, comenzó el torneo Clausura luego de importantes movimientos de mercado, pero el asunto de la designación del nuevo seleccionador nacional sigue ocupando espacios en los medios. Las especulaciones respecto al nombre del sucesor de César Farías abundan y el vacío informativo exacerba discusiones en las que se pasan de largo sobre fundamentales.
Hay tantos antagonismos en los nombres y sus métodos que resulta inevitable pensar en la indefinición de la línea de trabajo que proyecta la Federación. El primer aspecto a considerar (estilos, modelos, características) es, contradictoriamente, el más desdeñado. A esto habría que añadir la opción de nombrar a un técnico del medio local, en pleno campeonato, con la consiguiente alteración de la competencia. Una situación aceptada por el entorno pese al absurdo que supone desestabilizar al club cuyo timonel acabe siendo envestido en plena pelea por objetivos deportivos que generaron fuertes inversiones.
La intención inicial de la Federación era postergar la sucesión hasta mayo. El asunto, discutible por el vacío de varios meses, se vinculaba estrechamente al perfil que estaba en la mira de los dirigentes. Si el elegido sería un entrenador de los que labora en nuestra primera división, lo prudente era esperar para no producir perjuicios en los afectados. Pero el movimiento mediático provocó presiones que al parecer anticiparán el humo blanco en Sabana Grande.
El vínculo que se estableció con Farías condicionó el panorama actual. Al no haber un punto y final con la conclusión de la eliminatoria, la búsqueda del sustituto apenas pudo iniciarse con la renuncia de quien comandó a la Vinotinto desde enero de 2008. Ya con la actividad en marcha, las dificultades se acrecentaron porque los elegibles habían iniciado su labor con los cuadros que pagan sus salarios y cifran metas a partir de esos proyectos. Descartada la opción del DT extranjero por razones presupuestarias, la búsqueda se redujo al grupo de notables que la opinión pública maneja y al que, en los últimos días, se añadió Ratomir Dujkovic, el serbio que ya dirigió a la selección hace 20 años.
Dujkovic ya mostró su complacencia y disposición a escuchar una oferta, pero desde la Federación nadie ha reconocido que esos contactos se hayan hecho. La realidad es que la mira sigue puesta en la misma dirección y el designado estará en el eje Barinas-Caracas-Puerto Ordaz. El punto entonces está en el tiempo y la forma, un detalle no menor que convendría debatir.
No sería acertado anunciar el nombre del nuevo preparador en plena disputa del torneo. La modalidad del seleccionador que al mismo tiempo dirige a un equipo y asume ambos roles al unísono, sería un dislate aun en términos cortoplacistas. Incluso en el entendido que el club señalado aceptase compartir a su estratega por unos meses, las dos partes acabarían afectadas. Ni la selección tendrá un responsable a tiempo completo, que pueda dedicarse con todos los sentidos a su labor, ni el conjunto podrá librarse de las consecuencias de no tener a su líder enfocado en alcanzar las medallas para las que se le contrató.
También hay un aspecto ético en todo esto. La doble función representa un claro conflicto de intereses que debe evitarse. Para dirigir amistosos puede designarse a un miembro de la estructura federativa que mantenga en actividad a los jugadores que no se habrán reunido en meses. No es sano que futbolistas, entrenadores rivales e incluso árbitros participen de una competencia en la que cada domingo tendrán como rival al técnico nacional, quien semanas más tarde tomará decisiones que afectarán a los mismos protagonistas.
La espera se ha prolongado, es cierto. Pero el ciclo que llegue, sobre lo que se cargará la exigencia de clasificar al Mundial, merece ser concebido desde el sentido común y no desde las prisas y la improvisación.