21/06/2014
DANIEL CHAPELA.-
“Le vamos a ganar a Italia”, proclamó Jorge Luis Pinto poco antes del partido que enfrentó Costa Rica en Recife. El comentario fue tomado con hilaridad por muchos, de la misma manera que ocurrió unos meses atrás cuando en Costa do Sauipe, después del sorteo mundialista, afirmara que iban a pelear el grupo contra los tres campeones del mundo. No solo le ganó a Italia con la misma claridad con la que derrotó a Uruguay, sino que llevó a los suyos a los octavos de final.
En 2006, Pinto miraba los partidos del Mundial de Alemania en una tribuna de prensa. Acreditado por un diario deportivo, grababa partidos y entrenamientos. Por eso no hubo ni una pizca de sorna cuando le preguntaron por Andrea Pirlo en la víspera de medirse a la Azzurra y contestó que lo seguía desde aquella Copa.
Pinto es un artesano de la táctica. Exige de sus jugadores obediencia y disciplina en aquello que diseña. Intervencionista y obsesivo, controla cada detalle. Lo interno y lo externo. Convive mejor con los gregarios que con los divos, de allí que haya chocado tantas veces con los egos del vestuario. Cuando dirigió a Colombia para la Copa América de Venezuela en 2007 se peleó con varios pesos pesados, incluyendo a Mario Alberto Yepes, capitán de la Colombia que compite en Brasil y podría ser rival de Costa Rica en la siguiente fase.
Cuando dirigió a Táchira dejó rastros de su personalidad. Altivo, reclamón, áspero con los medios, ganó el Apertura 2010 y vivió un descalabro en el Clausura 2011, el peor torneo corto del Aurinegro en su historia. Pero le ganó la final a Zamora haciendo gala de su talento para desactivar rivales. Al cuadro de Chuy Vera, que maravillaba con su juego de posesión, lo obligó a salir de su zona de confort, desactivando sus fortalezas. Fue como quitarle el instrumento a un músico.
Su segundo ciclo en la selección tica lo tomó en plena transición general. Tomó una base de jugadores con éxitos consecuentes en categorías menores. Costa Rica participó de manera casi ininterrumpida en Mundiales Sub 20 y Sub 17. Con esas reservas y algunos elementos de paso destacado por Europa, configuró un plantel lleno de virtudes, con riqueza de variantes y registros.
Los dos choques mundialistas son un manual para entrenadores. Contra Uruguay mostró su poderío en las transiciones y un contundente juego aéreo. Y ante Italia implementó una presión de atrás hacia delante que ahogó el fútbol de circulación de los de Prandelli y redujo el campo de acción de Pirlo. Pero además propuso, presionó y jugó en campo rival, mostró personalidad para manejarse en la ventaja y salir del ahogo con pulcritud y talante. Compitió como una selección de elite.
Estructurada sobre la base de un esquema 5-4-1, Costa Rica se despliega con una línea de tres centrales, todos con capacidad para el primer pase y notable lectura de la zona. Mueven la línea con criterio y con lectura de contexto. Pueden replegar en el límite del área o colocarse varios metros por delante de Keylor Navas, uno de los mejores arqueros del mundo. Duarte es una daga en las pelotas quietas a favor, González la voz de mando en los movimientos de coordinación y Umaña el garante de las espaldas de Junior Díaz, el lateral-volante zurdo, que aporta profundidad por su banda.
Sus dos mediocentros (Borges y Tejeda) cortan y juegan. Se turnan para descolgarse y acompañar la jugada por el centro, con presencia constante en el área rival. Bolaños y Ruiz, los volantes externos, gravitan y le dan sentido a la circulación. El primero tiene un guante en el pie derecho para los centros; el segundo, facultades para tocar y llegar a gol, con un apreciable poderío aéreo.
La joya es Joel Campbell, delantero prodigioso que es, en sí mismo, un reservorio de atributos: potencia, capacidad de asociación, apoyo para las transiciones, juego de espaldas y velocidad. Un portento que desordena oponentes y ofrece múltiples soluciones de ataque.
Pinto armó un prototipo solidario y obediente, un monumento táctico que no muestra fisuras y ejecuta con inteligencia. La calidad de sus intérpretes explica la aplicación y el toque distintivo para hacer que lo que dibuja sobre planos derive en obra arquitectónica.
Cuando estuvo en Táchira, futbolistas y colaboradores bromeaban con el latiguillo del entrenador, que ante cada consulta contestaba “todo bien, todo bien”. Con una de las mejores selecciones que se ha visto en Brasil, la expresión revalida el estado de ánimo del equipo revelación de esta Copa del Mundo.