Los éxitos recientes del fútbol español han ejercido una notoria influencia sobre el juego y el modo de interpretarlo. La impronta adquirió carácter universal con la irrupción del Barsa de Pep Guardiola y el dominio que la selección de España ha ejercido en más de un lustro. Si bien entre ambos ejemplos hay vínculos estilísticos, cada uno por separado obró cambios profundos en la concepción de este deporte. Lo revolucionaron, incorporaron conceptos y acabaron con paradigmas, amén de convertir las propuestas de posesión y posición en referencias para equipos y entrenadores de todo el mundo.
En las notables condiciones técnicas de sus jugadores radica buena parte de la explicación del fenómeno. El trabajo de divisiones inferiores de muchos clubes coadyuvó al desarrollo de un perfil de futbolista idóneo para este tipo de juego. La Masía, símbolo de la estructura de crecimiento del Barcelona, es el faro al que todos miran, pero no es la única veta. Otras instituciones destinaron planes y recursos para estimular sus canteras con beneficios incontestables.
El papel de los técnicos, desde los formadores hasta quienes están en la elite, es la otra base de la estructura. A Luis Aragonés se le atribuye la transformación del seleccionado español, desechando el tópico de La Furia que remitía a un modelo viril y físico, para adoptar uno en el que priorizaba el toque y las asociaciones. Los triunfos validaron la osadía. Nadie se plantea ya voltear hacia atrás.
Los preparadores de España adquirieron notoriedad y prestigio. Guardiola plantó bandera en el Bayern de Múnich. Es el caso más renombrado. La onda expansiva llega mucho más allá. Clubes y selecciones de distintos continentes han apostado por esta escuela, aun con sus matices estilísticos. Gente de la vieja guardia como Javier Clemente o José Antonio Camacho marcaron un camino que han seguido otros como Rafa Benítez, Roberto Martínez, Ernesto Valverde, Míchel o Juan Manuel Lillo, actual DT de Millonarios de Bogotá.
El fútbol de posesión, tendencia sobre la que algunos de esos entrenadores han construido su ideario, motivó movimientos y variantes que hoy son implementadas en otros confines. Alemania es un buen ejemplo con su selección y la línea que siguen muchos conjuntos de la Bundesliga. En Italia también hay una búsqueda que se refleja en su cuadro nacional y en determinadas expresiones del calcio.
Sigue habiendo espacio para otras maneras de concebir el juego, tan válidas y vigentes como la mencionada. Pero el efecto mimético –globalización mediante– esparció muchos elementos vinculados al juego de posesión y posición por todo el mundo. Venezuela incluida.
El Zamora de Chuy Vera bebió de esas fuentes cuando conquistó el torneo Clausura 2011. Y en el presente Mineros de Guayana, con Richard Páez como conductor, desarrolla esas consignas con su sello particular. Sus equipos ya no solo proponen y optan por la tenencia como leit motiv de la puesta en escena, sino que conciben las fases ofensiva y defensiva como un todo, provocando que la acción ocurra la mayor parte del tiempo en terreno rival.
Hay un aspecto más que se vincula al proceso español y es el surgimiento de una nueva corriente en el análisis del juego. También en ese aspecto están produciendo innovaciones que, tarde o temprano, tendrán que ser incorporadas. La bibliografía es vasta, tanto como los espacios destinados a volcar este cambio que afecta al modo tradicional de acercarse a lo que ocurre en la cancha.
Otras terminologías, nomenclaturas que definen mejor posiciones, esquemas y funcionalidades. Un enfoque que apunta hacia el conocimiento más profundo y especializado del fútbol. Si bien en muchos casos hay exceso de tecnificación en las formas, la esencia se mantiene como parte nuclear en la disección. El movimiento cuenta con voces muy calificadas que combinan conocimiento, agudeza, visión global y específica, con un muy buen manejo del lenguaje.
Sin llegar al nivel de lo que la sabermetría produjo en el beisbol, esta corriente, que cuenta con un número cada vez mayor de exponentes, está cambiando la visión de comunicadores y aficionados. Negarse implica correr el riesgo de quedarse en la obsolecencia o bajo la sombra de los manidos lugares comunes.
El Mundial será una buena ocasión para contrastar la evolución que ha experimentado el juego en los últimos cuatro años. Para quienes tendrán la misión de transmitírselo al mundo a través de los múltiples medios a disposición, habrá un desafío igual de interesante: que el discurso corra a la misma velocidad que el balón.