Japón o Nada

Luis Revilla.-

Tras dos décadas de evolución, la selección japonesa ha logrado consumar una identidad. Más que eso: una especialidad. Pocas selecciones ostentan tal cosa, pero los asiáticos se han dedicado a cultivarla de forma prioritaria. Hoy los Samurai Blue conforman uno de los colectivos más reconocibles del Mundial, un ensamble homogéneo de especialistas en el pase y todas sus virtudes asociadas. De la defensa al ataque, los japoneses exhiben virtualmente el mismo perfil técnico y físico, con las ventajas y desventajas que ello trae.

La selección pokéJapan v Togo - International Friendlymon posee un determinante instinto para asociarse. La especialidad colectiva es, de hecho, la creación de líneas de pase alrededor o, mejor dicho, delante del balón. El dibujo táctico original — un 4-2-3-1 — se disuelve en búsqueda de rendijas en la defensa rival. Los centrales se abren y forman parte activa de la circulación, como mediocampistas de toda la vida.

El doble pivote también se descuelga con frecuencia, especialmente el legendario y movedizo Yasuhito Endo. Japón juega a un ritmo vertiginoso, siempre con la intención de agredir al rival y no tanto de conservar la posesión. El equipo domina mecanismos para aprovechar cualquier gesto decisivo en espacios reducidos o entre líneas, la chispa que desate una cadena de pases que puede terminar en el fondo del arco contrario.

El problema para los dirigidos por Alberto Zaccheroni es, precisamente, encontrar esa chispa de forma fiable y regular, una misión para la que Makoto Hasebe, capitán y mediocentro, es vital. El hombre del Eintracht Frankfurt, sin embargo, viene de una lesión de ligamentos cruzados y no se sabrá hasta el último día si será titular. Él dice que puede jugar. Su equipo le necesita, a pesar de que Endo y Hotaru Yamaguchi sean mucho más que dignos sustitutos. Sin Hasebe, el ataque japonés pierde fluidez. El número 17 tiene la paciencia y la vocación para gestionar el inicio de la jugada, para tantear opciones hasta que se genere la ventaja decisiva. Si no hay oportunidades de progresar por una banda, acude al rescate para mudar el ataque al otro costado. Si surgen alternativas para jugar por dentro, las aprovecha con su buen pase vertical.

Cuando su capitán no está, el irreflexivo fútbol de Japón descansa, todavía más si cabe, en la espalda de Shinji Kagawa, un falso extremo izquierdo que teje juego con una facilidad pasmosa. El ex Dortmund aún no logra consagrarse en el Manchester United, pero en este equipo tiene rango Iniesta.

Kagawaunited

Keisuke Honda, del Milan, es otro de los líderes de esta selección. En cierta medida, el mediapunta sintetiza el fútbol de los suyos: es técnicamente autosuficiente, pero se relaciona mejor con el gesto decisivo que con cualquier forma de exploración previa. Desde la frontal del área, Honda y Kagawa encarnan la capacidad de resolución que tanto han necesitado los japoneses en los últimos años. Al servicio de este talentoso par, además, juegan los laboriosos Kakitani y Okazaki. Uno parte como delantero y el otro desde la derecha, pero en realidad los dos están para lo mismo: amenazar la espalda de los rivales, pelear envíos directos y apoyar la circulación del balón. En Japón, las bandas son para los laterales: Nagatomo, del Inter, suele jugar por la izquierda y Uchida, del Schalke, por la derecha.

Los de Zaccheroni no están lejos del gol a favor, pero tampoco del gol en contra. Entre Japón y los octavos de final del Mundial se interponen defectos defensivos sin solución trivial. El origen del problema no es táctico. Los nipones son intensos y ordenados en la presión y el repliegue. El equipo no se rompe, es solidario y trabaja como bloque. La carencia es sobre todo física. Japón no tiene contundencia defensiva para ganar balones divididos y duelos aéreos; tampoco exhibe una gran capacidad de robo y, aunque ocupa bien el espacio en campo propio, su estructura defensiva puede ceder en cualquier momento.

La volátil selección japonesa agrega todavía más incertidumbre al Grupo C, uno de los más impredecibles del Mundial. Mucho se va a dirimir este mismo sábado, cuando Colombia enfrente a Grecia y los samurai a Costa de Marfil, que no es el peor rival imaginable pero casi, porque Yaya Touré comanda una estampida de elefantes y porque los japoneses son como son: potentes con el balón y endebles sin él. Aún así, serán Japón, como siempre. Japón o nada.