09/06/2014
Luis Revilla, 9 JUN 2014
Quienes buscan belleza y emoción en el deporte profesional, tienen infinitos motivos para sintonizar la final de la NBA entre el Heat de Miami y los Spurs de San Antonio, un duelo de los que dirimen debates históricos. Sin embargo, esta prestigiosa serie dramática que seguramente será renovada hasta el 7mo episodio, también parece hecha a la medida de los cazadores de coherencia, fanáticos que admiran el máximo nivel por su propia dinámica, por sus premisas y objetivos. Este segmento de la audiencia quiere entender el deporte: cómo se juega, cómo se gana, cómo se resuelve. Para ellos, pues, Miami vs San Antonio es un choque de influencias y sinergias casi sin igual en la parrilla de programación; una abrumadora contienda entre dos sistemas complejos y muy cohesionados. Sobre todo el de los Spurs.
El deporte profesional no se trata de ganar un partido, ni dos, sino de hacerlo sistemáticamente. En el panorama actual, pocos enarbolan mejor este principio que los de Gregg Popovich. San Antonio se procura las victorias posesión por posesión, jugada a jugada, como una máquina de fabricar oportunidades francas de tiro, celebrada por su incuestionable valor estético pero relevante por su implacable valor práctico. Los Spurs, como LeBron James, son un acontecimiento del deporte mundial. Tienen un plan, ejecutan un proceso. Hay que verlos jugar.
También hay que ver, por supuesto, el Mundial de fútbol que comienza esta semana en Brasil, aunque ahí no vayamos a encontrar demasiadas expresiones corales y mecánicas. Así es este fútbol de postemporada: no lo juegan equipos forjados por los hábitos, sino ensambles temporales de talento que hacen lo que pueden bajo el escrutinio más inexorable. Malas noticias para los apasionados de la coordinación, de la poesía en movimiento, como cantan en Liverpool. Les tocará aferrarse a las contadas excepciones. En el grupo B, por ejemplo, hay dos: España y Chile, las Rojas, la campeona de todo y la original.
Los europeos han levantado un reino de continuidad en un universo de tiempo discreto. Sus jugadores tienen tantos talentos en común como especialidades extraordinarias, y la coherencia, primero de Luis Aragonés y luego de Vicente Del Bosque, les ha puesto donde están. La racha de veranos triunfales arrancó al contraataque, pero con el tiempo el equipo aprendió que si le convenía anotar el primer gol no era porque el rival se abriría, sino porque entonces podría quedarse el balón hasta el 1-0 final. España sabe lo que quiere y sobre esa certeza edifica su candidatura a la gloria absoluta en Rio de Janeiro.
Chile, que también ostenta una identidad clara y procedimientos automáticos, dejará material de visionado obligatorio para los fanáticos de las coreografías industriales. Hay que verlos jugar con esa persistencia militar, como esos equipos que llegan a la plaza vestidos del mismo color y chocan los cinco cuando fallan ocasiones de gol bien gestadas pero mal finalizadas.
Hay que ver esa estructura dinámica que convierte defensas centrales en laterales, mediocampistas en delanteros o líberos, y delanteros en mediocampistas según lo demanda la situación. O esa manera de generar líneas de pase rasantes y aéreas, cerca y lejos del balón; esa capacidad para sortear la presión del rival, ya sea buscando su espalda en el vacío o cambiando de orientación la jugada hacia el lado débil. Y esa intensidad defensiva. Hay que ver a Alexis Sánchez en su rol de interior derecho que parte como delantero; o a Marcelo Díaz, el Xavi austral.
Hay que hablar de Jorge Sampaoli, el director técnico. ‘Arquitecto’, es uno de los epítetos más empleados para describir a los mejores entrenadores. Y Sampaoli, efectivamente, ha construido un equipo que mete miedo, como dice el comercial. Pero lo cierto es que el argentino pertenece a otra categoría: la de los guionistas. Son aquellos técnicos que tienen clarísimo lo que sus jugadores deben hacer en cada contexto imaginable, tanto que al final no solo pretenden diseñar equipos sino escribir partidos. Monólogos, concretamente, como los sueña Pep Guardiola en cada fucking spiel.
Chile no tiene los argumentos para lograr tal cosa, pero sí es una selección capaz de entablar un debate con cualquiera, porque se sabe su discurso de memoria. Lo recuerda gracias a Sampaoli, pero lo conoce desde antes. Cuando la roja juega, es fácil imaginar los ejercicios, los drills. Los conos de entrenamiento, el cronómetro, la banda sonora de pitos. Las repeticiones. También es fácil imaginar a Marcelo Bielsa en la banda, como un holograma que va de lado a lado en chándal, pegando alaridos. No se puede dudar que este equipo también es del “loco”.
Chile tiene el nivel para estar entre los ocho mejores del Mundial. Sin embargo, el sorteo ha minado su camino decisivamente, no solo porque comparte grupo con España y Holanda sino porque Brasil se erige, otra vez, como posible rival en octavos. Cuesta imaginar a Arturo Vidal y compañía más allá del cuarto partido. Puede pasar, está claro. Sería una locura.
Calendario Grupo B
Viernes 13 de junio: España-Holanda; Chile-Australia
Miércoles 18 de junio: Australia-Holanda; España-Chile
Lunes 23 de junio: Australia-España; Holanda-Chile