05/07/2014
Luis Revilla.-
Alemania y Francia se dedicaron a más o menos lo mismo durante hora y media bajo el sol de Rio de Janeiro. Didier Deschamps exoneró a sus dirigidos de juntarse en el medio campo, de ejercer esos triángulos que se dibujan con el 4-3-3. En cambio, trazó una hoja de ruta que el equipo recorrió con cierta frecuencia a lo largo del partido, la suficiente para haber marcado: balón largo de Raphaël Varane para Karim Benzema o Antoine Griezmann, a las espaldas de la defensa.
El 10 de Francia no actuó bajo su rol más representativo, el punta que engancha. No se acercó al balón como le gusta, no gestionó de espaldas ninguna transición ofensiva, no devolvió ninguna pared. No le hizo falta, al menos no para generar peligro. Deschamps le pidió a Benzema algo que resume su planteamiento de ayer: que jugara de delantero.
Puede que el movimiento resulte duramente criticado durante las próximas semanas, pero estuvo a punto de funcionar. Les bleus necesitan los dedos de las dos manos para contar las oportunidades creadas gracias a los envíos de Varane, los deslumbrantes controles y gestos técnicos de Benzema y las afiladas diagonales de Griezmann. Francia redujo su libreto al mencionado lance. Solo Blaise Matuidi, cuyas virtudes con el balón lucen cada vez menos desdeñables, aportó cosas desde la segunda línea, bastante abierto sobre la izquierda.
El equipo se tomaba su tiempo en salida de balón (posesión del 49%), pero eventualmente surgía la carrera al espacio, una gotera sin solución permanente para la adelantada defensa alemana. Benzema se encontró con Neuer y un expedito Hummels en el área chica.
Alemania se encontró con el gol. Fue un cabezazo tremendo de Mats Hummels, precisamente, tras una falta muy bien lanzada por Kroos al minuto 10. La ventaja legitimó un plan que hasta entonces no funcionaba del todo, como ha sido hasta ahora en el Mundial. El equipo de Löw trata de controlar los partidos con el balón, pero no es ágil para tocar en el corazón del mediocampo ni veloz al espacio. No intimida, no desordena. Se junta atrás para asentar la posesión — bien Schweinsteiger, mediocentro ayer, y Khedira, interior derecho— y progresa por las bandas, donde suelen recibir muy abiertos Özil, Müller o Götze, suplente ayer. Desde ahí intentaron atacar la espalda de Cabaye, conquistar la frontal del área. Lo lograron un par de veces, Toni Kroos mediante, sin mayores consecuencias.
A la mannschaft le sirve el balón para defenderse, especialmente ante defensas pasivas como la francesa. Ayer lo tuvo la mitad del tiempo: 45 minutos talados al reloj, valiosos cuando se tiene la ventaja, que de alguna manera llega. Es algo que tendrán que reconocer los tradicionalistas alemanes, alérgicos al nuevo estilo de su selección. En eso el inacabado equipo de Löw se parece al de toda la vida. En eso y también en lo otro, lo de llegar lejos en todos los mundiales.
Alemania pudo ampliar el marcador al final, con Francia sumida en los nervios y abarrotada de delanteros. Era gol o nada para Deschamps. Fue gol y nada para Löw.