Finding Lío

Luis Revilla.-

Argentina está en la final del Mundial de forma coherente y merecida, a pesar de no contar con Sergio Agüero desde el tercer partido — aunque su ausencia nominal se remonta al primero, sinceramente — , ni con Ángel Di María desde el quinto. Han sido dos bajas dramáticas, por cuanto el hombre del Manchester City y el del Real Madrid son elementos ensenciales en el ecosistema que permitió a Messi brillar y empujar a los suyos desde las eliminatorias hasta los cuartos de final del Mundial. Solo con el tiempo se valorará la gesta en su justa dimensión.

El equipo de Pachorra estará hoy en el Maracaná porque ha mutado en un bloque impenetrable, que tira de su robusta defensa estática para controlar los partidos, para competir en plenas facultades emocionales, intelectuales y técnicas. A Sabella le tocó surfear una complicada ola de lesiones y desajustes vía Gago o Fede Fernández, pero aprovechó la coyuntura para tomar decisiones— entraron Biglia, Demichelis, Lavezzi y Pérez al XI— con serena iniciativa. Al final el DT atracó en orillas conocidas: partidos de eliminatoria directa ante rivales ambiciosos, que atacan con más de 7 jugadores y justifican el paso atrás. Ahí emergieron Javier Mascherano y Ezequiel Garay como los pilares.

Sin embargo, tanta solidez en el nuevo 4-4-2 argentino se paga con una fase ofensiva exigua y rígida, donde se ha diluido Lionel Messi. El capitán aparece menos, porque su equipo ataca menos. También es una cuestión de despliegue, como coinciden numerosos fanáticos y analistas. Messi no realiza grandes esfuerzos sin balón, pero lo cierto es que el juego se alejó de sus aguas y se acercó a las de Romero. Cambió el contexto táctico. Los de Sabella defienden abajo, a 70 m del portero rival, lo que dificulta cualquier intento para transitar tras recuperar el balón, aunque las oportunidades para hacerlo se susciten.

En ataque estático, mientras tanto, la rigidez es evidente. Encima, los rivales toman sus previsiones ante el 10, a quien niegan cualquier forma de recepción detrás de los mediocampistas, algo que Argentina aprovecha para respirar con el balón y controlar mejor el juego, sin demasiada audacia. Si Messi no baja a buscar la pelota, es difícil que alguien se la logre subir en condiciones. Mascherano y Biglia no rompen el doble pivote. El esfuerzo defensivo de Lavezzi y Enzo Pérez hace mella en su participación ofensiva. Nuevamente, el panorama pone de manifiesto la importancia de Agüero y Di María, grandes bazas de la eclosión de Messi con la albiceleste.

Es difícil imaginar que Argentina derrote a la constelación de Löw sin Messi como elemento crucial y decisivo, aunque tácticamente el paisaje no vaya a cambiar demasiado. La tercera Copa del Mundo dependerá en buena medida del acierto del cuádruple Balón de Oro, pero también de su persistencia, un factor que debería pesar más que nunca en, como dice el propio Messi, “el partido más importante de nuestras vidas”.

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