Empatía con el fútbol

Luis Revilla.-

La Eurocopa 2008, la de Aragonés, Xavi y Arshavin, entre otros, también fue de Luka Modric. Con 22 años y un flamante contrato con el Tottenham, fue durante aquel verano que el croata se presentó ante el gran público. La mera relación entre el balón y sus pies bastaba para adivinarle un futuro en la élite de la Champions y ahí está un sexenio después, pero no exactamente donde se le imaginaba.

Modric ya era una estrella mundial cuando eligió de forma definitiva el círculo central sobre la medialuna del área. El fútbol está lleno de mudanzas, reacomodos y cambios de rol, pero el suyo no obedece a la maniobra táctica de algún visionario ni a un balance entre virtudes y defectos, ejercicio de supervivencia, sino a una cuestión de voluntad, personalidad, talento y, por supuesto, contexto.

A pesar de su temible capacidad de desequilibrio cerca del área contraria, su verdadera vocación es el fútbol que ocurre a cincuenta metros del arco. Así lo demostró en Londres, donde sus continuas pasantías por la zona del mediocentro se volvieron sistemáticas. En el proceso, el croata cambió goles y asistencias por cientos de pases en el medio de la nada y el mercado enloqueció por él, todo un síntoma de los tiempos que corrían. United, City y Chelsea lo intentaron hasta que 42 millones de euros hicieron el trabajo para el Real Madrid en 2012.

Los blancos ficharon al “clon balcánico de Cruyff” para reforzar eso que su entonces entrenador, José Mourinho, llama la fase de construcción del juego, un movimiento con intenciones parecidas a las que motivaron la llegada de Cesc al Chelsea esta temporada. Sin embargo, dice mucho de la fulgurante capacidad ofensiva de Modric que su aterrizaje en la capital española suscitara debates y comparaciones con los mediapuntas del equipo, Özil y Kaká, y no con sus centrocampistas.

Tras una temporada de difícil pero exitosa adaptación, más la llegada de Ancelotti al banquillo y Bale al tridente de ataque, Modric echó anclas en el mediocampo merengue. El Madrid, como el Tottenham, necesitaba al croata abajo y él bajó con la mejor actitud posible. No puede entenderse su eclosión definitiva como pivote sin considerar su disposición para comprender y asumir las responsabilidades defensivas de su nuevo rol, y renunciar a los privilegios que tienen otros mediapuntas con menos talento pero más ego.

Modric ha cambiado brillo por control, protagonismo por influencia. El resultado es un futbolista prácticamente imposible, que a su impecable lectura suma soluciones técnicas impropias de la zona donde se desenvuelve. Modric ofrece al Madrid continuidad en jugadas que morirían en los pies de cualquier otro. Tanta solvencia en situaciones límite abre escenarios nuevos y ventajosos para su equipo, y permite al croata explorar con impunidad sus opciones en el centro del campo, como Chris Paul en cualquier posesión de los Clippers.

Es un líder natural. No tiene la estampa del clásico quarterback, ni sus pretensiones controladoras. Su juego se adapta a sus compañeros, como su cuerpo al balón. Mucho más ahora, que comparte mediocampo con tres ex mediapuntas de vocación organizadora. Es esa empatía ontológica con el fútbol la que define su carrera. Solo hay que ver los brincos que pegó el sábado en Granada con los goles de sus compañeros, como si los hubiera anotado él; o ese gesto de felicitar inmediatamente a Carvajal por su acción clave en el 0-1. Y, por supuesto, esa manera de dirigir el fútbol de los suyos. Luka Modric está enchufado.

 

Luka Modric enseña en Los Cármenes from Football Hunting on Vimeo.