Bélgica y el Mundial prometido

Se acerca la Copa del Mundo y en Bélgica cuentan las horas como si el Maracanazo hubiera sido contra ellos. La expectación es natural, por cuanto este no es un Mundial cualquiera -si es que tal cosa existe-, sino el Cometa Halley de los mundiales, un torneo con tanta historia en juego que Messi leerá “Estadio Azteca” donde dice “Maracaná” y el 13 de julio, cuando caiga la tarde sobre Rio de Janeiro, la Copa de la FIFA se disfrazará de Jules Rimet. Pero los más fieles a la selección belga empezaron a contar los días para Brasil hace más de un lustro, como si no hubiera Sudáfrica.

Bélgica en Beijing 2008 (belgaphoto)

Ciertamente, en aquel momento no tenían opción. El equipo nadaba las aguas de la irrelevancia deportiva, donde cayó gracias a métodos obsoletos. El Mundial de Sudáfrica no era una posibilidad real para los diablos rojos, como tampoco lo fue el de Alemania. Brasil 2014, sin embargo, parecía cuanto menos probable, especialmente tras los Juegos Olímpicos de Beijing, donde Vincent Kompany, Jan Vertonghen, Marouane Fellaini, Kevin Mirallas y otros veinteañeros alcanzaron las semifinales. Luego rompieron el anonimato otras promesas como Eden Hazard, Romelu Lukaku o Thibaut Courtois, y la esperanza mundialista se reforzó.

Bélgica supo que tenía un boleto para volver de su exilio en las alturas del puesto 50 del ranking FIFA, donde convivió hasta no hace mucho con la Vinotinto. El país de Tintín tenía materia prima para algo serio, aunque fuera a mediano plazo: estaba claro que la generación dorada en ciernes no era suficiente para revertir de inmediato la dinámica de malos resultados. El joven equipo necesitaba de todo -especialmente tiempo- y tuvo que ver la Euro 2012 desde casa.

Fueron días de prensa hostil, entrenadores sin liderazgo, carencias logísticas y vestuarios divididos entre niños y señores. Pero aquella experiencia hoy solo juega a su favor, como la cárcel para el Conde de Montecristo. Es el clásico trance arduo que impulsa la cohesión y madurez de las grandes selecciones. Sucedió con la Roja de Luis Aragonés, Italia cuando el Moggigate o Brasil con Scolari en el 2002, por citar algunos ejemplos recientes.

Lo cierto es que, cuando llegaron las eliminatorias al presente Mundial, el talento emergente de Bélgica había eclosionado de tal manera en la Premier y otras ligas de Europa que la clasificación se volvió una posibilidad nítida, tal y como anunciaban las profecías. Encima, el sorteo de grupos de la UEFA le había deparado rivales a su alcance.

belgiumBrasil devino en obsesión. El estadio King Baudouin de Bruselas se llenó de banderas verde amarelas, y de camisetas rojas estampadas con Brazil de apellido. Brazil se convirtió en destino y banda sonora del sueño de millones, al tiempo que la selección infundió homogeneidad en un país complejo y heterogéneo.

El sentido de comunidad desarrollado entre equipo y aficionados trascendió lo deportivo. Por ejemplo, se dice que al capitán Vincent Kompany le aguarda una promisoria carrera como político tras el retiro. El defensa del Manchester City es el líder de un exitoso plantel que refleja la naturaleza de la nueva Bélgica: políglota, hija de inmigrantes, desenfadada y orgullosa, como la voz de Stromae.

En el caso belga no puede desestimarse la influencia de la inmigración, un fenómeno que ya ha ganado Mundiales. El nuevo jugador belga ostenta atributos físicos importados de África, y virtudes técnicas afiladas con el cemento de las calles de Bruselas y Lieja. Son cualidades que han enriquecido una cultura futbolística históricamente menos audaz y más rocosa.

La incuestionable vocería del entrenador Marc Wilmots fue otra clave. Quien en sus días como delantero dio un buen susto a Ronaldo y Rivaldo, ha conducido con responsabilidad y entusiasmo el boom.

La Federación belga, por su parte, también demostró buenos reflejos: organizó un entramado logístico a la altura; confeccionó un cuerpo técnico muy completo, lleno de especialistas de toda clase; y desarrolló una política de comunicación creativa y eficiente en medios digitales y tradicionales.

Pero el aporte más decisivo del ente rector del fútbol belga se remonta al año 2002. Entonces Michel Sablon, dirigente del área técnica de la Federación, se propuso actualizar la metodología para la formación de jugadores en el país. Para ello miró de cerca lo que ya arrojaba grandes resultados en Francia, Holanda, Alemania y España, y desarrolló junto a su equipo un informe con toda clase de objetivos y recomendaciones. El reto era lograr que todos los clubes belgas implementaran tales ajustes, como la migración al 4-3-3 como esquema base, o la práctica del fútbol 7 con niños menores de 12 años — Richard Páez propone algo similar para actualizar el juego en Venezuela. El proceso se tomó su tiempo, pero los resultados hoy son incontestables.

El trabajo acometido por Sablon explica en gran medida la invasión belga a la palestra del fútbol europeo, ahí donde se ha forjado, domingo a domingo, buena parte de la reputación que hoy tienen los diablos rojos.

REUTERS BRASIL

El fútbol de selecciones tiene mucho de hipotético. Después de todo, solo sucede unas “8 veces al año”, como dice Louis Van Gaal. El resto del tiempo los equipos nacionales solo juegan en la cabeza de la gente, y los belgas son un ejemplo de libro de esta existencia dual.

Hay dos Bélgicas. La primera es imaginaria, construida de prodigio en prodigio, highlight a highlight, como se presentan los Hombres X de Marvel; un ensamble de cualidades contrastadas y presagiadas, quinto favorito de las casas de apuestas para ganar la Copa que quieren todos, y potencial pole position en la carrera por la Euro 2016. Luego está la Bélgica real, joven, talentosa e imperfecta que clasificó invicta al Mundial y tiene un problema básico: no juega tan bien.

Los belgas han sido señalados tantas veces como candidatos a revelación que no revelarán nada si se meten entre lo ocho mejores del torneo. En contra del equipo de Marc Wilmots juegan las expectativas que su gran potencial ha despertado. A favor tiene su ingente armería.

La capacidad de desequilibrio es la virtud distintiva de los @BelRedDevils. Eden Hazard, joven estrella del equipo, encarna esta cualidad de forma descollante. Vincent Kompany lo ha comparado on the record con Cristiano Ronaldo y Messi. Si Bélgica hará algo grande en Brasil, difícilmente será sin el mejor Hazard, un derroche de personalidad y potencia que está llamado a ganar el Balón de Oro el próximo lustro.

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En su versión más implacable, Hazard es una reina de ajedrez. No se le puede dar el lujo de atacar con espacios, porque cambia el partido en un solo movimiento. Si los peones del rival no lo esperan juntos, se los come a todos, uno por uno.

Pero el 10 no está solo: le acompañan Kevin De Bruyne, un niño de la selva que inventa pases como lianas para trepar por todo el campo; Kevin Mirallas, un extremo incisivo y competente en la definición; Dries Mertens y Nacer Chadli, hábiles diestros que saben jugar en la izquierda; y, como lujo de última hora, Adnan Januzaj, una de las apariciones de la temporada. Cuando Eden y sus secuaces están en su día, la única manera de proteger el área de sus embates es poblándola de defensores.

Por eso Bélgica toma la iniciativa en muchas ocasiones, porque la esperan y le toca. No le conviene, porque no tiene un plan de juego para asumir el protagonismo de manera fiable. Su salida de balón es lenta y predecible. Axel Witsel, el centrocampista más retrasado del esquema de Wilmots, no tiene vocación para organizar el juego ni creatividad para el primer pase. Sus indiscutibles virtudes son otras. Toby Alderweireld y Jan Vertonghen, los laterales, son centrales originalmente y no representan una amenaza en conducción. El mediocampo no cuenta con mecanismos para superar rivales a ras de suelo.

Bélgica se toma su tiempo para iniciar el ataque y explora sus posibilidades de salir en corto, pero apenas se mete en aprietos acude al balonazo directo. Eso sí: en muchos de esos lances tiene las de ganar gracias a Fellaini, un espécimen de 1,96 que baja pelotazos en la mediapunta, caza centros en el área, barre balones divididos y acosa a los contrarios gracias a su salvaje zancada.

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Aún así, la baja por lesión de Christian Benteke influirá lo suyo. Como Karim Benzema o Robert Lewandowski, el hombre del Aston Villa pertenece a la raza de delanteros con olfato para la asociación. Por su técnica en el control e intuición para combinar, Benteke daba fluidez al juego y facilitaba las cosas a los demás. Se trataba, sin duda, de una de las opciones de pase más rentables del ataque belga.

Su lugar lo ocupará Romelu Lukaku, quien no tiene la sensibilidad de su colega pero, a cambio, pone sobre el mantel atributos que encajan perfectamente con la versión más peligrosa de Bélgica: la que contraataca. A sus 21 años, Lukaku es una fuerza de la naturaleza cuya velocidad acorta la cancha. El atacante del Chelsea tiene fuerza para pelear balonazos y piernas para buscarlos en los confines del campo rival. Su técnica es impropia de alguien de su estatura. Rom pisa el balón y le quita dos tallas, como los jugadores de basket que agarran la pelota con una sola mano.

Lukaku, Hazard, De Bruyne, la técnica callejera de Witsel, las apariciones de Fellaini en la zona de remate, la velocidad de Mirallas; a Bélgica le sienta bien el caos. El cuadro de Wilmots es especialmente peligroso con el marcador a favor, porque sabe arremangarse -para algo tiene a uno de los mejores porteros del mundo- y es consciente de sus posibilidades en transición: la primera bien tirada puede ser gol.

Será clave para los belgas, pues, anotar primero ante sus rivales del grupo H. Bélgica no tiene el fútbol para sostener su incuestionable favoritismo frente a Argelia, la selección rusa de Fabio Capello y la República de Korea, pero sí el talento y el carisma para clasificar con solvencia.

Si todo sale bien, habrá que ver cómo reacciona el equipo a partir de octavos, ya sobre el inquietante terreno de los partidos inolvidables. Está claro, sin embargo, que esta generación de futbolistas nació para jugarlos, y no tendrá mejor ocasión para estrenarse en tales instancias que ahora, en este Mundial de Mundiales.

Dos alineaciones probables

                                     4-2-3-1                                                      4-3-3

b4231B433

 

Los convocados

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Calendario

Bélgica – Argelia, martes 17-06

Bélgica – Rusia, domingo 22-06

República de Korea – Bélgica, jueves 26-06

Posible rival en octavos: Alemania, Portugal, Estados Unidos, Ghana.

 

Por @LuisRevilla.