16/02/2014
COSTA RICA
Los costarricenses tienen un modo de encarar su cotidianidad que reconcilia con lo mejor del ser humano. ¡Pura vida!, exclaman a modo de saludo y en la frase encierran la cosmogonía de un pueblo pacífico, profundamente ecológico, lleno de una conciencia ciudadana que contagia y llena el alma. Que no tengan un ejército no los hace débiles. Tampoco la ausencia de grandes riquezas empequeñece el orgullo por lo propio. Su moneda muestra rostros de civiles por un lado y animales por el otro. Nada de próceres ni alegorías a batallas heroicas. Desde la austeridad, optimizando cada recurso, los niveles de bienestar en distintos rubros encabezan cifras globales.
Su fútbol, hijo también de esa visión singular que tienen del mundo, se nutre del buen manejo presupuestario y el sentido común para generar desarrollo de fuerzas básicas. Clubes como Saprissa, Herediano o Alajuelense disponen de su propio estadio, invierten en las canteras y apenas se les oye golpear en el mercado internacional. Su economía no da para pagar grandes sueldos, pero los futbolistas gozan de estabilidad y solo emigran si la oferta les permite crecer.
Figuras como Luis Gabelo Conejo, Hernán Medford o Paulo César Wanchope brillaron en ligas extranjeras aprovechando la vitrina de las Copas del Mundo. Así como hoy Keylor Navas, arquero del Levante, consolida su buen andar en España y será protagonista en Brasil 2014. La clasificación la disputaron en el estadio Nacional de San José, un moderno escenario íntegramente construido por una empresa de capital chino que maneja la concesión de la estructura.
Porque sí, también Costa Rica es un asiduo participante en los mundiales. En unos meses volverá a competir en la elite de la mano de Jorge Luis Pinto, técnico colombiano que hizo campeón a Táchira en 2011 y se hizo cargo del seleccionado tico pocos meses después. Su Federación es sólida, apuesta por proyectos a largo plazo y entiende lo importante de mantener el trabajo con los equipos menores, a los que suele clasificar con frecuencia en torneos FIFA.
El encuentro Herediano-Saprissa, uno de los clásicos locales, se celebró el pasado miércoles con una muy buena asistencia, transmisión televisiva en alta definición y gran cobertura periodística. Una situación que señala contrastes marcados respecto a la realidad venezolana, cuyas deficiencias estructurales alejan a su fútbol de esos topes de organización y rentabilidad.
Podría parecer un asunto meramente económico, pero el diagnóstico es mucho más amplio. Clubes nacionales, con mayores presupuestos que algunos de sus pares en Costa Rica, son incapaces de hacer sostenible el torneo. La competitividad se ve afectada seriamente cuando se diluye la capacidad en un número absurdo de conjuntos en la primera división. Nada que no se haya dicho antes, pero en los ejemplos cercanos aparecen motivos contundentes para someter a consideración, una vez más, esta letanía interminable.
Zamora y Anzoátegui enfrentaron sus primeros choques de Copa Libertadores esta semana. Con distinta suerte, ambos se midieron a potencias del continente desde una convicción casi pueril en sus propias posibilidades. Loable pero insuficiente para trascender al aplauso efímero. Las jerarquías, necesarias para alcanzar protagonismo en Sudamérica, son un bien escaso.
La situación no solo puede reducirse a esa medida siempre válida del baremo internacional. También pone a pensar que, en el período de un año transcurrido desde la venta de Fernando Aristeguieta al Nantes de Francia, solo Pedro Ramírez, volante del Zamora, logró acceder al mercado europeo con su traspaso al Sion suizo. La ausencia de promoción constante de los talentos emergentes habla del mismo modo de un estancamiento en las bases.
En tiempos de profunda crisis económica y social, urge un replanteamiento. El fútbol criollo no hará por la sociedad lo que a esta le corresponde para transformarse, pero bien podría marcar un modelo de gestión que sirva de ejemplo válido. Pronto, los clubes profesionales, agrupados en una asociación, volverán a reunirse para acabar de darle forma a los nuevos proyectos de creación de una liga autónoma.
Que el pura vida sea un grito de consigna extrapolable dependerá de la visión de unos dirigentes obligados por la historia a promover el cambio.