Mineros y Zamora conciben sus propuestas desde un fin que los hermana: proponer. Ambos entienden los partidos como una posibilidad de atacar al rival, presionarlo en su cancha e imponer condiciones. La búsqueda de control es otro de los elementos en común, aunque la elección del camino sea distinta. El equipo de Richard Páez domina desde la posesión; los de Noel Sanvicente lo hacen a partir de un magnífico ejercicio de transiciones defensa-ataque.
Los dos son ofensivos por definición, solo que eligen opciones diferentes para la puesta en escena. Las características de los jugadores son el principal factor distintivo. El perfil de Mineros se ajusta más al establecimiento de sociedades, a la organización alrededor de la pelota. Zamora se siente confortable sin el balón, concediéndole al rival la posibilidad de atacarlo a cambio de conquistar zonas amplias a espaldas de los defensores que favorezcan su velocidad de ejecución.
Páez y Sanvicente armaron prototipos con gran capacidad para generar opciones de gol y mucho poder percutor. Sus modelos contienen elementos que los definen como entrenadores: los guayaneses manejan con criterio los conceptos de horizontalidad y verticalidad para ser profundos; en Barinas disfrutan con las rutas directas, sin escalas y mucho vértigo para desacomodar al oponente.
Desde el discurso, ambos técnicos rezuman evolución. Hay un crecimiento manifiesto en las formas y en la palabra. La apuesta de Páez ha sido la más atrevida, amparada en un presupuesto que le ha permitido elegir lo mejor del mercado local. Presiona en cancha enemiga, mantiene el bloque lejos de su propio arco y roba desde la posición. Como ataca con las líneas muy estrechas, ahorra metros para la recuperación y facilita la labor de sus hombres. Bajo esta premisa pudo juntar a Edgar Jimnez con Rafa Acosta en el mediocentro, dos organizadores que se suman con frecuencia a los circuitos de circulación.
La amplitud de registros distingue a Mineros, lejos de la monocordia que suele vincularse con aquellos que eligen la posesión como santo y seña. Con delanteros como Richard Blanco y Zamir Valoyes, maestros en la búsqueda del espacio, sabe explotar el juego directo cuando encuentra resistencia en defensas cerradas. Las diagonales de sus dos puntas (y las de Orlando Cordero, suplente de gran valía en el presente torneo) invitan a encontrarlos con envíos largos que suelen partir de la precisión en el golpeo de Jiménez. No hay un plan único para imponerse y sí mucha capacidad de respuesta en sus integrantes para saber lo que la dinámica del juego demanda.
Sanvicente también dio pasos hacia delante. Campeón en la opulencia y en la escasez, el seis veces monarca no deja de añadir matices a su idea. Instaura el pressing a los costados para taponar la salida enemiga y traslada el bloque a una altura media una vez esa primera franja de ahogo es superada. Los automatismos aparecen en los contragolpes, con apoyadores y lanzadores que se activan para aprovechar ventajas posicionales y numéricas. La consigna es clara para todos y la armonía en el armado de esta respuesta ofensiva alcanzó cotas altas de rendimiento en este Clausura. Las cifras anotadoras (34 tantos en 14 choques, a un promedio de 2,42 goles por compromiso) respaldan la afirmación.
Chita asume y trabaja con lo que tiene, pero al tiempo desarrolla condiciones en determinados jugadores para darle forma a aquello con lo que se identifica. Como no cuenta con especialistas reconocidos, los desarrolla. Lo hizo con Pedro Ramírez para convertirlo en el mejor asistidor del torneo. A Juan Falcón le pulió aptitudes que le valieron, como a Ramírez, el salto a Europa. John Murillo derivó de jugador de la norma a pieza imprescindible y con el panameño Ricardo Clarke consiguió la versatilidad sobre la que se sostiene el mediocampo de ataque.
Hay debilidades, claro, mucho más expuestas en el continente que en el ámbito local. Mineros no es rápido para rearmar su figura defensiva tras la pérdida del balón y tiene dificultades para abrir defensas organizadas, algo común en los visitantes a Cachamay. Zamora tiene su punto gris en los centros laterales. Por su condición contragolpeadora, puede dar ventajas gruesas si se estira y sus defensores quedan expuestos. Sus centrales están más confortables en el área que fuera de ella y padecen si tienen que correr para atrás. Algunos pasajes de su participación en la Copa Libertadores sirven para ejemplificalo.
Todavía con el Clausura en fase de definición, Mineros y Zamora apuntan a ser los finalistas en la disputa de la estrella. Sería el final perfecto para confrontar a los dos mejores conjuntos del campeonato y a dos de los entrenadores referencia en el fútbol de este país.