La épica de David

13/04/2014

FutVe

Zamora encontró el éxito cuando logró forjar una idea de juego reconocible. Identidad, un concepto que no deja de ser nuclear por manido, construida por Noel Sanvicente, entrenador y piedra filosofal del proyecto que tiene a Barinas soñando con la trascendencia internacional. Acuñar un estilo a partir de la correcta interpretación del mejor modelo posible de acuerdo a las señas de los futbolistas. Simple en su definición, pero complejo en el armado.

El técnico ha sido arquitecto, diseñador de un equipo en el que las virtudes se potencian y se minimizan los puntos flacos. Los roles no exceden las capacidades y el diferente lo es más porque encuentra a su alrededor un contexto idóneo para que brille el talento. Así, aferrado a un ideario claro y convincente, un plantel menor puede hacer frente a grandes desafíos. Competir en condiciones de aparente desigualdad y alcanzar objetivos supremos.

Chita hizo de Alexis Angulo un arquero sólido, elevó el nivel de gente como Jonathan España, Lucho Vargas o Ynmer González. Convirtió a extranjeros de escasa nombradía en piezas valiosas, de extrema utilidad y alto rendimiento (en el panameño Ricardo Clarke encontró, por su ductilidad, al Samuel Eto’ó de José Mourinho en el Inter de Milán de 2010). Y acabó de pulir diamantes como Pedro Ramírez o Juan Falcón para que llegaran a su plenitud.

La Vinotinto de Richard Páez tuvo eso. El salto de calidad llegó en el momento en que la idea se consolidó y los jugadores se comprometieron con ella. Los resultados le dieron sustento al discurso del conductor.

La autoconfianza se eleva. Quien ejecuta se siente capaz de todo y siempre hay una hoja de ruta clara a la mano, disponible en la adversidad, en la que se puede creer a pies juntillas. La magia aparece y no hay límite en las metas.

Cómo explicar, si no, el fenómeno Atlético de Madrid. Líder en una Liga marcada por el duopolio Real Madrid-Barcelona desde hace más de una década. Semifinalista de la Champions League. Juez que dictó sentencia al Barsa maravilloso que revolucionó el juego y al que dejó expuesto en su decadencia. Diego Simeone se agarró a todos esos valores que están en la esencia del fútbol para construir una fuerza gregaria, impetuosa y llena de intensidad que persigue la gesta en cada jornada. El David que derriba a Goliat delante de los ojos del planeta.

En La Carolina pudieron verse, en el término de tres años, dos formas de acercarse a la gloria desde la modestia. Chuy Vera le dio un título en el Clausura 2011 con un equipo organizado desde la posesión, pero tan convencido de lo que hacía que fue capaz de dar una vuelta olímpica aun con una deuda de casi seis meses. Aquel Zamora fue una referencia en el fútbol nacional. Su huella fue más profunda que la de Táchira, ganador de la estrella.

La actual versión, estructurada a partir de las transiciones, que luce cómoda cuando el balón lo maneja el rival y ofrece franjas amplias para explotar la velocidad de sus atacantes, también deja improntas de gran calado. Sus jugadores gozan de estabilidad, garantizada por un preparador que también ha sabido hacer mejores a sus dirigentes, pero la austeridad sigue siendo la norma en un club que no es de los que puja más fuerte en el mercado.

La dignidad criolla en los torneos continentales quedó reivindicada con su actuación en la presente Libertadores pese a la eliminación. De nuevo, con el menor presupuesto de todos cuanto participaron, peleó hasta la jornada final y estuvo a un tris de lograr la primera clasificación a octavos desde 2009.

El corolario será la más que probable definición de la corona nacional contra Mineros en mayo. Otra vez, el enfrentamiento entre poderes económicos y deportivos desiguales, cuyo desenlace volverá a ofrecer la oportunidad de construir parábolas futboleras salpicadas de épica.

FOTO: elnacional.com

 

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