Horacio Matuszyczk llegó a Venezuela para integrar uno de los mejores planteles que recuerde el fútbol de este país. Cuando Minerven era un referencia de buen juego y títulos, este delantero con pasado en Boca Juniors y Racing de Avellaneda, derivó en promesa de gol constante. Rápido, intuitivo y un magnífico definidor que brilló en la Copa Libertadores de 1993.
Aquel equipo demolía a sus rivales en Cachamay con una cadencia que adormecía a partir de posesiones prolongadas. La profundidad se construía con cambios de ritmo y el movimiento constante de sus atacantes. Matuszyczk culminaba las jugadas a un toque, con la precisión del billarista que elige la buchaca y atina en el aviso con el pulso firme en el taco.
Un tanto suyo dejó al Caracas fuera de aquel torneo en un partido de desempate jugado en el antiguo Luis Ramos de Puerto La Cruz. Con un empate a cero que, a escasos minutos del final, anunciaba la prórroga, el argentino aprovechó varios rebotes en el área después de un tiro de esquina para marcar de media volea con la zurda, su pierna menos hábil. Un gol con el sello Matuszyczk: remate con la canilla a un costado de César Baena.
Fue el primero de los sinos que lo vinculó con el Rojo, enorme rival de la época. El siguiente ocurriría varios meses después en Cachamay cuando Ceferino Bencomo, intentando rechazar de chilena en el área, le impactó el rostro y le fracturó los dos pómulos y el tabique nasal. El recuerdo de aquella acción, con los gritos desesperados de sus compañeros pidiendo la atención médica, todavía conmueven. Las marcas de aquella herida de guerra quedaron para siempre en esa cara que hoy sonríe desde el banquillo de Tucanes de Amazonas.
En Puerto Ayacucho el técnico construyó un prototipo que derivó en la revelación del campeonato. Lo tomó para devolverlo a la primera división y logró hacer de ese grupo de futbolistas un bloque solidario, comprometido y claro en el modelo que ejecuta. Ya no solo establece diferencias en ese estadio que, rodeado de selva, se llena cada domingo. También ha sabido competir fuera de su bunker, con notables resultados y una imagen que lo consolida desde su concepto.
Las estadísticas son reveladoras: décimo puesto en la tabla acumulada con 26 puntos (los mismos que Aragua y dos menos que Trujillanos), una relación de goles a favor y en contra favorable (31/29) y el liderato en el actual torneo Clausura, en el que mantiene su arco en cero después de tres fechas. La opción de optar por un puesto en la próxima Copa Sudamericana, una proeza que cada vez se llena más de argumentos tangibles, es el principal factor de cohesión de un cuadro que tiene permiso para soñar con todo.
Juan Antonio García y Argenis Gómez cargan con el peso de la producción goleadora amazona, cuyo mayor activo está en las gradas. Sus partidos son siempre a casa llena, con promedios de asistencia que no han logrado clubes con mayores presupuesto e historia.
Con la voz de mando de Horacio Matuszyczk, el entrenador que obró el milagro, Tucanes es el grito que más se escucha en la selva venezolana.