18/05/2014
Las cartas están echadas. Zamora y Mineros disputarán la final esperada, el choque estilístico anhelado, la confrontación conceptual entre dos de los mejores entrenadores del país. Los lugares comunes palidecen, no hay espacio para apelar al “cualquier cosa puede pasar”. Fortalezas y debilidades son harto conocidas. No habrá sorpresas en cuanto a nombres o planteamientos. Ninguno renunciará a sus convicciones. Pero el momento en el que llegan sí será un aspecto determinante. A ese terreno debe llevarse el análisis para aproximarse a los posibles escenarios.
El antecedente más cercano de un careo entre los dos se produjo el pasado 30 de marzo por la fecha 12 del Clausura. Fue en el CTE Cachamay, en pleno andar del Zamora por la Copa Libertadores. El partido tuvo innumerables matices, pero en general acabó siendo una confrontación a pecho descubierto, muy disfrutada por el público pero con diversos factores que, tomados por separado, dibujaron las bondades y miserias de cada uno.
Recordemos: Juan Falcón anotó el 1-0 a los 12 minutos con la complicidad de Rafa Romo. Fue un gol con su sello en el que bregó por la pelota hasta provocar el fallo de defensor y arquero. Zamora se defendía en bloque bajo, bien organizado, lanzando transiciones rápidas que pudieron abrir el marcador a su favor de haberlas ejecutado con mayor acierto. Era el contexto ideal para los barineses, cómodos en el rol que mejor se ajusta a sus características.
El andamiaje zamorano se desmontó tras sendos yerros defensivos individuales de Jonathan España, central izquierdo, y Luis Carlos Ovalle, lateral zurdo. Mineros, que se organiza alrededor del balón pero que sabe acudir a otros registros cuando la dinámica lo requiere, descuadernó a su rival con envíos largos, frontales y cruzados, que produjeron flojas respuestas de los futbolistas citados. Zamir Valoyes (37´) y Luis Vallenilla (´37) castigaron sin piedad las lagunas.
Obligado a buscar, Zamora comenzó a desordenarse. Su ataque organizado en la progresión de las jugadas dejaba espacios amplios que los exponía en cada pérdida. Pero fue capaz de empatar con un gran gol de Ricardo Clarke (43´) que encontró rápida réplica en Richard Blanco (´45) para dejar las cosas 3-2 en el momento de irse a los vestuarios.
El resto de la historia quedó bien reseñada en los diarios y la transmisión televisiva. Blanco sentenció con el 4-2 (61´) y Mineros arropó a Zamora en una exhibición de todos sus atributos: posesión, conducción, juego posicional, presión a los costados, cambios de orientación, ruptura de líneas, circulación rápida, bloque alto. Feliz por el intercambio de golpes, Richard Páez y los suyos recibieron un rush de moral que los llevó a obtener 13 de los últimos 15 puntos disputados.
La referencia no es trasladable, pero su revisión sí es un ejercicio interesante. En el mismo período transcurrido tras la citada jornada 12, Zamora jugó seis compromisos y en cuatro de ellos, incluyendo los tres últimos, su valla fue vencida dos veces por Carabobo, Caracas y Zulia. Hasta el citado encuentro con Mineros, los de Noel Sanvicente habían recibido siete anotaciones; desde aquel día la cifra se incrementó hasta 20, el número con el que acabaron el Clausura. La cuenta es sencilla y arroja conclusiones respecto a su vulnerabilidad defensiva, muchas veces encubierta con su extraordinaria pegada y el buen nivel de su arquero Alexis Angulo, quien merece un mayor reconocimiento en la gran campaña de los suyos.
Mineros llega a la final pletórico de fuerzas, con menos carga de partidos sobre sus espaldas y una plantilla bastante más profunda que la de su oponente. A Zamora le sobra moral, su técnico jamás perdió en finales (sus equipos están invictos en 12 choques) y sus jugadores demostraron personalidad para los grandes desafíos. Pero el fragor de la vuelta olímpica ha dejado que pasen de soslayo algunas de sus carencias, si bien Sanvicente las tiene más claras que nadie.
En una serie a 180 minutos es fundamental lo que se consiga en el primero de los capítulos. Hace un año, Zamora empató en La Carolina y una semana después se impuso a Anzoátegui en Puerto La Cruz para ganar su primer campeonato. Esta vez da la impresión de que, si no se va con ventaja a Puerto Ordaz, le será muy duro bordar la segunda estrella en su camiseta.
Y una nota a pie de página que pudiera llegar a ser trascendente: Lucho Vargas, capitán zamorano, se perderá el primero de la final por acumulación de tarjetas amarillas. Los locales no solo se quedan sin una pieza vital para el quite y la salida sino que además pierden el arma de la pelota parada en un alto porcentaje. Vargas, además del especialista para los tiros libres, es el encargado de ejecutar los tiros de esquina y las faltas frontales y laterales. Una baja de gran calado, cuyo alcance solo podrá medirse cuando todo esto haya quedado visto para sentencia.