22/03/2014
Zamora es un equipo de autor. Una obra de orfebrería armada con paciencia por Noel Sanvicente, virtuoso de la construcción artesanal. Su puesta en escena en la serie ante Santa Fe en Barinas y Bogotá realzó la condición de su propuesta, armonía de intensidad e ingenio. Estructurado con futbolistas de clase media, algún talento excepcional y muchos gregarios, el último campeón nacional lleva la impronta de su entrenador. Es su mano la que lo hace reconocible.
Con Caracas logró cinco estrellas en la abundancia y con presupuestos menores. Condujo a los últimos dos conjuntos venezolanos que trascendieron hasta los cuartos de final de la Copa Libertadores (el Rojo, versiones 2007 y 2009). Desarrolló a juveniles, lidió con los egos de figuras consagradas, elevó el nivel de los extranjeros que tuvo a su cargo y potenció a varios desheredados. Nada diferente a lo que hace en La Carolina: sus dirigidos son los punteros del torneo Clausura y con opciones de clasificación continental.
La marcha del panameño Gabriel Torres, el mejor jugador del pasado campeonato a quien Chita devolvió a los primeros planos, parecía un golpe noble para una institución que no es de las más fuertes en el mercado. Pero la estructura y el trabajo consolidado mantuvieron los estándares competitivos.
A Zamora, como el Caracas que el mismo Sanvicente llevó a la gloria, le acomoda el fútbol de transiciones. La presión la ejerce en dos variantes: cuando la pérdida se produce en cancha enemiga, aprieta con dos y tres hombres al conductor de la pelota. Si las primeras líneas de ahogo son superadas o el rival está organizando su salida, entonces se acomoda en bloque medio para aumentar el espacio a espalda de los defensores oponentes. En su terreno ejecuta con acierto el pressing a los costados con ayudas que equilibran o dan ventajas numéricas. Y explota la contra con una gama amplia de recursos.
Los nombres propios sirven para explicar el resto de la historia. El arquero Alexis Angulo vive los mejores momentos de su carrera, aportando seguridad y un muy buen saque en largo que funciona como variante ofensiva. La dupla que conforman Javier López y Jonathan España en el eje de la zaga es un activo valioso por su experiencia y noción del manejo de la zona. Los dos mediocentros, Lucho Vargas y Arles Flores, acumulan más batallas que ningún otro tándem en Venezuela. El primero conduce, lanza y se encarga de todas las acciones de pelota parada; el segundo muerde y abarca un amplio territorio que permite las aventuras en ataque de su socio.
De la mitad de la cancha hacia arriba, Zamora utiliza el campo a lo ancho ocupando las bandas con elementos rápidos y desequilibrantes. Por la derecha suele jugar el juvenil John Murillo, con el respaldo de Ynmer González, titular en El Campín esta semana. Sobre la izquierda, el elegido suele ser el canaleño Ricardo Clarke, un delantero espigado, de tranco largo y movimientos que trasladan su posición de afuera hacia dentro, con el área como referencia. Sus diagonales abren pasillos para el lateral que acompaña por ese perfil, su paisano Luis Carlos Ovalle, garantía de profundidad y buenos centros.
La joya de la corona está en la zona central del último cuarto. Allí conviven Pedro Ramírez, volante que flota libre, con muy buen pase gol, capacidad para acompañar la jugada y llegar a zona de definición, y Juan Falcón, atacante versátil que se halla cómodo entre los centrales, cayendo a los flancos o sirviendo como pivote cuando su equipo decide salir en largo. Nadie aguanta el balón para favorecer la llegada de la segunda línea como Falcón, goleador que suple sus deudas técnicas con despliegue y un empeño infranqueable para pelear cada pelota como si fuese la última.
El compromiso, los altos niveles físicos, la labor conjunta de un cuerpo técnico altamente profesionalizado y el apoyo dirigencial que entendió cómo manejar las prioridades si el objetivo es crecer, conforman un panorama alentador. Lo demás le corresponde a Sanvicente, a quien la selección le guiña el ojo después de cada noche jubilosa. Al novio entusiasta solo le falta el permiso del padre para comenzar a salir.