15/03/2014
Hay futbolistas cuyo grado de influencia define el estilo de sus equipos. Figuras alrededor de las cuales se construye un modelo. Faros que alumbran el funcionamiento, moldean la identidad y le dan sentido a una idea. Jugadores intervencionistas que dejan al entrenador sin elección: con ellos en el proyecto hay que aparcar los egos y armar una estructura que les permita desplegar su talento. Rodearlos de ejecutantes que sintonicen con la partitura y estén dispuestos a sublimar sus propios intereses.
Edgar Jiménez y Wuiswell Isea pertenecen a esa cofradía del ingenio. Andan por el mundo con un manual de estilo innegociable debajo del brazo y una fe en sí mismos que le hace gambetas a la incredulidad. Con distintas panorámicas, conviviendo en zonas diferentes de la cancha, ambos determinan las señas de Mineros y Caracas, dos de los candidatos al título. Sin hacer ruido, con el bajo perfil de los que no necesitan alzar la voz para hacerse notar, despliegan su duende por las canchas nacionales, repartiendo caramelos entre la maleza.
Jiménez fue requerido por Richard Páez en Guayana para ganar el Apertura y darle una vuelta de tuerca a su prototipo. Desde el mediocentro, ocupando el lugar del colombiano Luis Felipe Chará, provocó varios cambios en Cachamay. Su comparecencia permitió dar pasos hacia delante en la línea evolutiva del conjunto que aseguró un cupo a la Copa Libertadores de 2015. La altura en la que se posicionó el bloque y las primeras líneas de presión, las opciones de salida en fase de elaboración desde el fondo y los cambios de registro para alternar el ataque organizado, directo o en transiciones en función de las demandas del partido. Todos factores que condicionaron, de forma positiva, las líneas maestras del cuadro negriazul.
Después de una trayectoria amplia en el Caracas, en el que llegó a ser capitán, Jiménez fue uno de los jugadores más requeridos en el ciclo de César Farías como técnico vinotinto. Al DT no acabó de convencer la ascendencia estilística del centrocampista que aparecía desafiante ante su ideario. Elegirlo contravenía su plan de acción, amén de una falta de conexión entre ambos que nunca trascendió los diálogos off the record.
Manuel Plasencia lo llevó a Honduras y le dio la titularidad en San Pedro Sula. El resultado fue contundente: Jiménez tomó el mando, condujo a la selección según sus parámetros y el balance acabó colocándolo como fiel de medida en la sucesión al puesto de seleccionador. Con o sin Jiménez, pasará a ser la pregunta a contestar en los próximos meses. Tal es su nivel de injerencia.
Isea atendió el llamado de Eduardo Saragó para unirse al plantel rojo en el Clausura. La dupla ya había engranado en el Petare hace unos años y aunque el volante no estaba en su mejor condición física, el preparador apostó por recuperarlo. Le fue dando minutos mientras adquiría condiciones competitivas y le entregó la titularidad para pulir los contornos del equipo que tenía en mente. No hay manera de objetarle la decisión: basta revisar el balance del Caracas con su número diez en la formación de arranque (4 victorias y 1 empate).
Más que las estadísticas, la llegada de Isea propició el cambio de sistema y algunas otras decisiones tácticas. Por ejemplo, el movimiento definitivo de Rómulo Otero a la primera línea de centrocampistas, el adelantamiento del equipo para recuperar la pelota más cerca del terreno rival o la manera de utilizar a Dany Cure, un velocista que ataca el espacio y se nutre de la claridad de quien está siendo su principal surtidor.
La sociedad que ha hecho con Otero ha sido otro aporte invaluable. La complementariedad los potencia y la jerarquía de Isea ha rebajado el peso de la responsabilidad a un jugador todavía en fase formativa.
Con el casi retiro de Ricardo David Páez, Isea puede lucir orgulloso el título del mejor pase gol del fútbol venezolano. En su nueva etapa ha entendido que debe colaborar en la presión y que, en la medida en que la recuperación tras pérdida se produzca más cerca del arco contrario, los recorridos serán menores y aumentarán las opciones de mantenerse en el campo por períodos más prolongados.
Jiménez e Isea. Almas gemelas en la concepción de un juego que se transforma cuando ellos lo interpretan.