25/06/2014
Luis Revilla.-
Que a la selección uruguaya de Óscar Tabárez nunca se le puede dar por muerta es un hecho que se cacarea de manera oportunista cada vez que renace de las cenizas, pero que pocas veces se advierte oportunamente, cuando parece muerta de verdad. Entonces los rivales bajan la guardia y, desde el suelo, con un ojo cerrado y la lengua fuera, Uruguay les hace la zancadilla.
La celeste del siglo XXI acumula traspiés coherentes con su limitado juego, hasta que le toca jugarse la vida. En esas circunstancias tiene la extraña habilidad de sorprender a todos aunque siempre haga lo mismo: competir y obrar milagros. Uruguay está diseñada para jugar finales, partidos donde el 0-0 es un marcador tan favorable como la ansiedad del rival.
El camino uruguayo al presente Mundial representaba la última constatación de esta pasión por lo urgente. Los de Tabárez solo ganaron 3 de sus primeros 11 partidos, un mal arranque achacado a la merma del poder aglutinante de Diego Forlán y, en general, al mal juego de los campeones de América. La fórmula de ataque atropellado y defensa abnegada se mostró, una vez más, incapaz de dominar en el mediano plazo, pero infalible a la hora de la verdad: Uruguay ganó 4 de los últimos 5 partidos para asegurar el repechaje.
Lo hecho por los bicampeones mundiales en Brasil ya es el colmo. La derrota inaugural contra Costa Rica llegó cuando aún se creía que los Ticos eran los más débiles del Grupo D, y no los más fuertes como al final se demostró. Por eso, y porque la superioridad de los centroamericanos fue tan incontestable, a Uruguay la rodeó el desaliento. Parecía que, por fin, este parcheado ejército quedaba condenado a la intrascendencia: la trampa de siempre. La selección Münchausen lo volvió a hacer.
Uruguay es un equipo de apneístas que viven por el desahogo posterior a la emersión: esa rabiosa bocanada de aire, invaluable trofeo de supervivencia, grito de gol con ojos cristalinos y saudade platense que justifica toda forma previa de sufrimiento y transgresión. Lleva tres desde que perdió contra Costa Rica, dos de Suárez y uno de Godín. El dato resume al equipo de Tabárez: delanteros y defensas.
El capitán Lugano ya no es el mismo, pero está Giménez. Suárez mordió a Chiellini, pero queda Cavani. Delanteros y defensas. Con ellos Uruguay sobrevivió al grupo de la muerte y con ellos enfrentará a Colombia este sábado en el Maracaná, donde la octava parte de una final parece tan importante como la final toda, especialmente si se viste de celeste.
Foto: Miguel Vallenilla.